El sector bancario conserva más datos que nunca, lo que conlleva una serie de obligaciones y responsabilidades relacionadas con la forma en que se procesa, intercambia, almacena y utiliza esta información. También existe la posibilidad de sanciones económicas si se descubre que las entidades han actuado de forma negligente o poco ética.
Mientras los bancos se enfrentan a la rentabilidad, el aumento de la competencia y la satisfacción de las necesidades de unos consumidores cada vez más móviles y conectados, mantener y proteger la privacidad de los datos es siempre uno de los retos más difíciles.
Existe un requisito común en todo este sector: la necesidad de garantizar la seguridad de los datos de los clientes mientras están en reposo, en movimiento o en uso.